Tallereando la escritura
¿Qué es escribir bien? Grandes escritores se han hecho esta pregunta y hoy me la hago también yo desde mi propia experiencia, como estudiante de Comunicación Social. Considero que escribir bien no significa decir cosas bonitas o con palabras pintorescas, ni tener una buena ortografía o sintaxis. Escribir bien, creo, involucra un desafío con uno mismo.
Otro de los cuestionamientos que me hago es; ¿Cómo se distinguen los escritores? Todos responderíamos que hay escritores talentosos y otros no tanto, pero no solo el talento es requerido a la hora de escribir; Carver lo explica en unos de sus ensayos; “lo que distingue al escritor se relaciona con el estilo, pero no solo el estilo. Es la firma particular e inconfundible del escritor en todo lo que escribe”.[1] Cada uno de los escritores tiene una determinada mirada, una perspectiva y a partir de ella nos cuenta el mundo, por eso según la manera que mire y la expresión que el artista busque alcanzar; “ese escritor va a durar”.
Cuando digo que escribir bien implica un desafío, quiero decir que, uno tiene que proponerse objetivos y procesos a la hora de escribir; la escritura necesita de otros soportes, no es simplemente sentarse y agrupar palabras en oraciones. Es necesario organizar las ideas y buscar que es lo que queremos transmitir, que queremos decir.
De este modo todo buen escritor al mismo tiempo debe ser un buen lector, ya que por medio de la lectura uno adquiere la mayor cantidad de códigos escritos, mayor fluidez al hablar, más argumentos, matices y también dudas. Uno consigue y aprender a expresarse mejor y resolver mejor sus propios conflictos.
Daniel Cassany en su texto Describir el escribir, define a la escritura como una actividad retórica y sostiene que “cuando escribimos es porque queremos conseguir algo, queremos solucionar un problema que se nos ha presentado. El problema retórico es el conjunto de circunstancias que hacen que nos pongamos a escribir”.[2] La escritura se ratifica entonces por los cuestionamientos y el repreguntarse las cosas.
Además a la hora de escribir algo es importante saber lo que uno quiere decir, cómo lo quiere decir y a quién se lo quiere decir. Hay que responderse qué buscamos cuando queremos escribir y de qué manera queremos hacerlo. Esto va a ayudarnos a organizar una buena estructura y no marear a nuestros lectores. Así lo explica Cassany en su libro, La cocina de la escritura; “para poder escribir bien hay que tener aptitudes, habilidades y actitudes. Es evidente que debemos conocer la gramática y el léxico, pero también se tienen que saber utilizar en cada momento”.[3]
Desde mi propia experiencia, otro elemento importante a la hora de escribir es hacerlo con palabras claras, no envolverse en ovillos indescifrables, sino buscar la sencillez y los términos cotidianos, de esto hablo cuando digo escribir bien. Hay que tener conducta y ser responsable con lo que uno hace, nunca sabemos quien o quienes nos pueden estar leyendo.
Lo significativo en todas estas cuestiones de la escritura remite a poder transmitir y evocar una mirada crítica pero no censuradora, dejarse llevar por los sentimientos y el estilo propio. Puede pasar que luego de algunos años nos leamos y no nos guste lo que escribimos, pero en ese momento lo hicimos por alguna razón o porque simplemente no sabíamos como hacerlo de otra forma. Capote en su prefacio lo describe, “sufría una crisis creativa, y, al mismo tiempo personal. A pesar de que fue un tormento, me alegro de que ocurriese; en el fondo, modificó enteramente mi concepción de la escritura, mi actitud hacia el arte y la vida y el equilibrio entre ambas cosas, y mi comprensión de la diferencia entre lo verdadero y lo que es realmente cierto”.[4]
Uno va cambiando los objetivos y la mirada a medida que se zambulle en el arte de escribir. Un arte fundado desde hace millones de años y que prevalece en el tiempo sin perderse, pese que llego a pensarse en algún momento que podía desaparecer con las nuevas tecnologías pero finalmente no fue así; sólo cambio la manera de utilizarse y manejarse. Este arte es un acto de descubrimiento continuo, no podría perderse jamás.
Algo esencial. Todo escritor, según el género que esté promoviendo, tiene que convertirse en un buen etnógrafo y periodista como explica el texto de Clifford Geertz, Escritura y Antropología.[5] Es decir, ir a los sitios, volver con información sobre la gente que vive allí, mostrar que hay una realidad social y poner dicha información a disposición de la comunidad profesional de un modo práctico.
Luego, a partir de toda la recopilación de datos uno debe encontrar y generar dentro del escrito ideas claras, organizarlas, mantener una estructura y formular objetivos. Todo dirigido por lo que pensamos, opinamos y sentimos en nuestro interior acerca de nuestro propio estilo de escritura.
Es fundamental mantener un camino, pensar con claridad y no dejarse vencer por la incertidumbre o desconfianza. El escribir bien o no esta en cada uno, en como quiere hacer las cosas. Todos somos personas aptas a la hora e escribir, sólo hay que proponérselo y no desanimarse. Algunos necesitarán mas práctica o simplemente encontrar su estilo. Como dice Cassany, “la escritura tiene muchas utilidades y se utiliza en contextos muy variados”. Hay que hallarse uno mismo como escritor, como persona y ver que nos gusta.
“Los escritores dicen que escriben para que la gente los quiera más, para la posteridad, para despejar los demonios personales, para criticar el mundo que no gusta, para huir de su neurosis, etc. Yo escribo por todas estas razones y porque escribiendo puedo ser yo misma” Maria Antonia Oliver.[6]
Escribiendo uno puede mostrar su verdadera cara o no, yo hoy elijo lo verdadero y lo que realmente creo. Las adversidades van a estar siempre y en todo momento, Patricia Suarez lo sostiene de esta manera “nunca casi nunca se forjan perlas sin esfuerzos. Un truco valido es no registrar al fracaso como fracaso, sino como un primer paso hacia un lugar, un primer acercamiento”.[7]
[1] Carver Raymond. (1995). Escribir y Fuegos, La vida de mi padre: cinco ensayos y una meditación. Buenos Aires: Grupo editorial Norma.
[2] Cassany Daniel. (1993). Un proceso cognitivo, Describir el escribir: cómo se aprende a escribir. Barcelona: Paidós.
[3] Cassany Daniel. (1993). La cocina de la escritura. Barcelona: Anagrama.
[4] Truman Capote. (2002). Música para camaleones. Barcelona: Anagrama
[5] Geertz Clifford. (1989). El antropólogo como autor: Estar allí, la antropología y la escena de la escritura. Barcelona: Paidós
[6] María Antonia Oliver esta citada en Cassany Daniel. (1993). La cocina de la escritura. Barcelona: Anagrama.
[7] Suarez Patricia. (2002). La escritura Literaria. Rosario: Ediciones Homo Sapiens
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