viernes, 13 de junio de 2008

Texto narrativo a partir de la consigna onírica


Libertad

Los primeros rayos de sol se asoman por los picos de las montañas mientras el rocío matutino va desapareciendo, los pájaros comienzan a cantar y la tierra va tomando el calor del sol de otoño.
San Marcos Sierra es un lugar de ensueño entre ríos, montañas y bellos paisajes silvestres, un paraíso ecológico lleno de paz y armonía. Este fue el nuevo destino de Cecilia y Malena.
Esa mañana emprendieron su primera excursión a caballo por las calles de tierra, río abajo hasta encontrarse luego de dos horas de cabalgata con uno de los dos ríos que atraviesan al pueblo, el Rio Quilpo.
Pasaron toda la tarde allí recorriendo la casa de piedra construida por los Comechingones, las pinturas rupestres y los morteros. Una expedición fascinante con mucha historia y buenas energías. La tarde iba cayendo y las dos se miraban con ganas de quedarse.
Y fue así que decidieron alquilar una carpa y quedarse a pasar la noche en ese lugar paradisíaco y provocador por su arquitectura pétrea natural. Encendieron una fogata y se prepararon una rica sopa. Cuando el sueño ya las vencía, dejaron todo a un costado de la carpa y la tranquilidad las llevo a rendirse ante el sueño.
Pero el silencio de golpe se vió interrumpido, las dos se levantaron abruptamente sin saber que sucedía; salieron rápidamente de la carpa para ver de donde provenían esos ruidos y luces de colores marrones, coloradas y amarillas.
Se vistieron, tomaron una linterna y se adentraron en los caminos rocosos siguiendo a través del viento los cantos, que parecían de indios. El miedo empezó a apoderarse de sus pensamientos e insistían en descubrir de donde provenían todas esas voces. Finalmente llegaron sin darse cuenta, a la casa de piedra que esa misma tarde habían visitado.
En su interior se encontraban alegremente un grupo de Comechingones cantando y bebiendo; las dos chicas no podían entender que era lo que pasaba, abrían y cerraban los ojos. Estaban delante de uno de los mayores descubrimientos, los Comechingones seguían existiendo. Se quedaron unas horas observando a escondidas hasta que el sueño nuevamente les ganaba el duelo y se fueron para la carpa.
Al otro día se levantaron felices por lo que habían visto y fueron a contarles a los lugareños del camping, relatandoles todo el acontecimiento, pero la gente no decía nada, sólo las miraba de forma extraña.
Cecilia: ¿Por qué miras así? ¿Te estoy contando lo que vi?
Señor: Chicas eso es imposible, estuvieron fumando muchas hierbas y vieron cualquier cosa…
Malena: Noooo, lo que te conto mi amiga es verdad.. Vamos a la casa de piedra y ahí van a ver todo. No les mentimos!!!
Señor: Pero ahora no puedo ir nena, tengo cosas que hacer acá.
Malena: No, ahora vienen con nostras, nos tratan como mentirosas pero ni se quieren acercar al lugar.
Emprenden la caminata mientras los dos señores continuaban riéndose y las chicas comenzaron a dudar de sus propios ojos. Entraron a la casa y todo estaba normal. No había quedado nada de lo que ellas habían visto.
Señor: ¿Y chicas, que me dicen ahora?
Malena: Esta bien, no nos crean…nosotras los vimos.
Cecilia y Malena volvieron a la carpa desconsoladas, se pusieron a juntar las cosas y en ese instante escucharon nuevamente las voces, miran para las piedras y ahí estaban los indios saludándolas; cantando para ellas, al ritmo de la música.

1 comentario:

Celia Güichal dijo...

¿Qué hubiese pasado si tratabas este tema como el descubrimiento de un misterio interno, si relataras la historia desde un momento muy posterior a esa experiencia, un momento en que la protagonista recuerda esa escena misteriosa y le revela algo sobre su presente?
saludos,
Celia