Hasta el Renacimiento la originalidad narrativa de cuentista radicaba exclusivamente en la diestra y novedosa reelaboración de las anécdotas tradicionales, en tanto que el rasgo distintivo del cuentista moderno consiste en presentar sus historias como el producto de una inventiva propia.
El cuento moderno es de arte absolutamente personal. Cada cuento pertenece exclusivamente a su autor. Estas producciones individuales reniegan del pasado; no quieren tener más antecedentes que su único inventor.
Vladimir Propp centró el análisis morfológico del relato folklórico: el cuento tradicional se organiza principalmente en el plano de la anécdota, como un encadenamiento de acciones que en sus expresiones más primitivas se manifiesta escueto y lineal. La narración fáctica admite dos variedades principales: una maravillosa; con su exposición de sucesos fabulosos y sobrenaturales y otra realista; con su captación del suceso verosímil y cotidiano.
"Desde los primeros tiempos, aún en la tradición oral, existió el relato breve, que irá evolucionando hasta perfeccionar sus técnicas narrativas como exposición eminentemente fáctica y, a través de un largo proceso, desembocará en una escritura realista, punto de partida de la novela moderna. Pero, sin embargo, durante el auge y la diversificación de esta última, el cuento subsistió como apéndice, como especie segunda o subsidiaria. Sólo en el siglo pasado, gracias sobre todo al genio de Edgar Allan Poe, el cuento adquiere fisonomía propia y comienza a desplegar su invalorable caudal de recursos y su excepcional poder de captación de las vibraciones humana".
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