viernes, 13 de junio de 2008

Texto narrativo a partir de consigna espacio


Domingo 24 de febrero, me despierto relativamente temprano. Me quedo en la cama unos segundos pensando, no puedo abrir los ojos por la hinchazón. Golpea la puerta mi mamá para despertarme. Me levanto, le abro y la abrazo. Todos estamos igual, hoy es nuestro último día en este lugar.
Me encuentro parada junto a la enorme puerta de madera, en el auto me espera mi familia mientras que trato de cerrar con llave, pero las lágrimas no me permiten ver la cerradura. Mi papa me toca bocina; -“no puedo pa, veni vos”-, caigo en un llanto desconsolado.
Hoy es mi último día en este edificio, en este departamento, en esta calle, en esta playa, en este pueblo. Los recuerdos me aprietan el corazón, trato tranquilizarme pero es peor.
Mi enamoramiento comenzó en la panza de mi mamá. Mi familia iba todos los veranos a Santa Teresita, desde noviembre hasta marzo cuando mi hermana y yo empezábamos el colegio. Mientras más grandes nos poníamos el tiempo se iba acortando, pero siempre un mes nos íbamos seguro.
Hoy después de 22 años de compartir este lugar tengo que despedirme, para nunca más volver. Por lo menos ahí, en la calle 46 y 3, una esquina con un edificio colorado de 2 pisos en frente del mejor video juego (video landia); donde todas las noches nos juntábamos con mis amigos a charlar, jugar y divertirnos. Primero fue el lugar de reunión para organizar “la mancha” en la calle, el rin raje por toda la cuadra, desde la calle 3 hasta la playa. Ya más grandes sede de “la previa” para ir a los barcitos, todos en caravana caminando 15 cuadras.
Sobre la calle 46 está la puerta de entrada, al ingresar hay un gran palier, del lado izquierdo sobre el piso una maseta con plantas ya viejitas, al final una puerta donde guardábamos las bicicletas. Para ir a los departamentos hay que subir una escalera con una baranda de madera desde donde de chica me tiraba, tiene unos 20 escalones; luego aparece un pasillo largo donde están distribuidos 7 departamentos; el segundo piso es una replica del primero, en total son 14 departamentos y en el último piso la terraza, desde donde se ve todo el mar, el atardecer y el inmenso cielo azul. Transmite mucha paz estar ahí arriba.
Volviendo a los departamentos yo habitaba el n° “6”. Ahí vivíamos con mis dos primas, alguna amiga que venía a pasar algunos días y mi hermana. Cuando no salíamos, las noches en el 6 eran increíbles, si hacia frío preparábamos unos ricos mates y nos quedábamos con nuestros amigos hasta la madrugada jugando a las cartas o solo hablando. A la vuelta estaba el depto. de mi mamá, el “5”. De chiquitas dormíamos ahí con mi hermana, pero cuando mis primas empezaron a veranear con nosotros nos fuimos al 6 porque éramos muchos. En el 5 estaba todo, la comida, la tele y obvio, mis padres… Aunque ellos piensen que los usábamos como una confitería, no era así!!!
Mis vacaciones en Santa significaban diversión, libertad y amistad. Sobre todo libertad, algo que en capital mucho no teníamos, por miedo a la inseguridad. Esto no era así en la costa.
Mi último fin de semana allá fue muy extraño, por momentos reía y por otros lloraba. Mis amigos me decían que los recuerdos los voy a tener siempre conmigo, eso era solo un espacio. Pero no es tan fácil, ahí crecí, viví momentos increíbles y otros no tantos que me marcaron muchísimo y determinaron quien soy. Todos me preguntaban como podía pasar tanto tiempo en el mismo lugar, ir en verano, otoño, invierno y primavera, y yo les respondía que lo hacia porque me divertía mucho. Allá aprendí a andar en bici, conocí la playa, gracias a mi amigo Pablo anduve en skate, body y tabla de surf, (como consecuencia sufrí muchas caídas y golpes), pero no las lamentaba porque era más la alegría que tenia.
Hoy ya no tengo todo eso, estoy cerrando el 6, con esa llave que siempre se trababa y nos delataba la hora que volvíamos por el ruido que hacia; le digo adiós y gracias a mi Santa querida por todo lo que viví en ese lugar.

4 comentarios:

Celia Güichal dijo...

Es una zona narrativa interesante... todavía falta trabajo para que funcione como relato. Trabajo en busca de la historia 1 y de la historia 2.
saludos,
Celia

Agostina dijo...

Tal vez yo pueda contarte la historia 2 de esta narraciòn, ya que es absolutamente imposible relatar lo que no se ha vivido. La ausencia de tres meses durante cada uno de esos 22 años y el crecimiento externo e interno que he perdido en esos lapsos de tiempo harían del relato de esta misma experiencia un cúmulo de sensaciones completamente distantes. Siento alegría por la puerta que se cierra sin dudar que será una multitud las que se abran, siento nostalgia por lo no vivido y admiración por lo logrado. Con la necesidad de seguir compartiendo sin ausencias y creciendo sin espacios.
Miryan

Andrea dijo...

Para todos nosotros fue una parte importante en nuestras vidas. Para todos era libertad y disfrutar con amigos, y vaya si disfrutamos!!!!
Toda nuestra gente alguna vez compartió momentos con nosotros. Tambien para Luis y para mi fue duro, no sólo cerrar la puerta, tomar la decisión fue más difícil.
Pero así es la vida, un ir y venir, llegar y partir, llorar y reir...
Rescatemos lo bien vivido, gracias por tu sensibilidad, hoy me haces llorar por primera vez, después de haber cerrado esa puerta.
Te quiero mucho
Andrea

Anónimo dijo...

Titi me hiciste llorar y sonreir a la vez... Cuanto vivimos y crecimos juntos!!! Me fui del barrio y ahora estoy volviendo... Pero es diferente. Me paro en la puerta de casa y veo como cambia el edificio todos los dias... Y con cada cambio vuelven todos los recuerdos: como Pablo y yo esperabamos ansiosos a que lleguen "las chicas y los tios", los dias enteros en la playa, los carnavales, la casita del arbol, las salidas, las travesuras... TODO!!! Nuestras infancias y adolescencias juntos...
Ustedes son parte de nuestra familia... Son las primas y los tios que no tenemos...
SIEMPRE PUEDEN VOLVER A LA 46 PORQUE YO VOY A ESTAR AHI ESPERANDOLOS...
LOS QUIERO TANTO...